Es bien sabido que el derecho y la tecnología no han ido
siempre de la mano, los licenciados en derecho de generaciones pasadas tenían
cierta reticencia a las nuevas tecnologías. “Los abogados son, en general, muy
reacios al avance tecnológico. No es algo reciente, se ha dado siempre. Los
abogados casi siempre llegan tarde a los desarrollos de otras ramas del
conocimiento. Esa reticencia o falta de espíritu abierto a la innovación es
algo que afecta profundamente al derecho, para cuya actualización a veces hay
que esperar demasiados años. El mundo cambia y los abogados parecen resistirse
a verlo, o tomar medidas para seguirle el paso a la fluctuante realidad”
(Carbonell, 2011).
A este respecto, Pérez-Luño nos dice que: “La coyuntura
presente reclama de juristas, filósofos y teóricos del derecho una conciencia
tecnológica, es decir, una actitud reflexiva, crítica y responsable ante los
nuevos problemas que en las diversas esferas del acontecer social suscita la
tecnología y ante los que ni el derecho, ni quienes lo aplican o lo estudian
pueden permanecer insensibles”.
En la actualidad, existe más apertura por parte de los
estudiantes de derecho hacia este tipo de herramientas tecnológicas, ya que
dentro de los planes de estudio se incorporan asignaturas como Fundamentos de
informática, Informática jurídica, Taller de informática aplicada al derecho,
etcétera. Quizá el mayor desafío sea para aquellas generaciones de abogados que
no conciben sus despachos sin la tradicional máquina de escribir (hoy resulta
mucho más difícil encontrarlas) y que no están en posibilidades de usar
programas para el procesamiento de información.
Es un hecho: la forma de tratar los asuntos jurídicos, la
documentación, la gestión de los asuntos, la relación con los clientes, la
organización del despacho y la presencia de la firma de abogados, han sido
influidos por la aparición de las herramientas digitales. Los abogados y
estudiosos del derecho no pueden estancarse en la defensa de procedimientos
caducos, sino más bien convertirse en sujetos dinámicos y cambiantes de acuerdo
a las demandas sociales que imperan en estos tiempos.
Ahora, no sólo es imprescindible una computadora, sino la
conexión a un módem para tener acceso a todas las posibilidades que nos brinda
la gran red de redes (Internet). Es importante consignar algunos datos de la
supercarretera de la información para dimensionar las posibilidades que nos
brinda con su uso en sus diferentes aplicaciones.
La Asociación Mexicana de Internet (Amipci), en su octavo
estudio sobre los hábitos de los internautas en México, publicado el 17 de mayo
de 2012, menciona que en 2011 había 40,6 millones de usuarios de Internet en
nuestro país. Los dispositivos utilizados con más frecuencia para conectarse
fueron PC (64%), laptop (61%) y smartphone (58%), cifra que se duplicó con
respecto al año anterior (26%). El tiempo promedio diario del internauta fue de
4 horas con 9 minutos y las actividades realizadas fueron: búsqueda de
información (29%), utilización de correo electrónico (28%) y conexión a redes
sociales (17%).
Como se observa en el párrafo anterior el reto es
impresionante y los abogados y estudiantes del derecho no pueden quedar al
margen de estos hechos. Las redes sociales son otro fenómeno que, bien
utilizado, puede brindar grandes ventajas si consideramos que 9 de cada 10
mexicanos acceden a alguna (Amipci, 2012).
Al margen de redes sociales como Twitter, con 260 millones
de usuarios y Facebook con más de 600 millones, existen otras, especializadas
para estudiosos del derecho. Una novedad a este respecto es la red Lawyrs,
adecuada para estudiantes de derecho y abogados, que permite compartir
información y noticias relacionadas con su profesión. Otra se llama Lawlink y
permite establecer redes entre licenciados en derecho que practican en diversos
campos de la ley, pueden compartir documentos, usar foros y sistemas de
mensajería, además de crear grupos de estudio.
Otra de las funciones principales de Internet es el correo
electrónico. Enviar y recibir estos mensajes se ha convertido en la primera
actividad en línea en nuestro país (Amipci, 2012).
Según una encuesta realizada a clientes de abogados de
nuestro país, estar disponible siempre a las necesidades del cliente y regresar
inmediatamente sus llamadas y correos electrónicos son dos de los mayores
factores para lograr su satisfacción. Los mejores abogados (según la percepción
de los encuestados) son aquellos que proporcionan al cliente su número
telefónico personal, además de una cuenta de correo y su cuenta de Facebook, lo
que les permite estar perfectamente localizables por cualquier medio y lograr
un vínculo efectivo de trabajo.
Una herramienta que creó una nueva forma de concebir la
profesión del abogado es la constituida por las bases de datos jurídicas,
definidas como una recopilación de documentos (leyes, listas de acuerdos,
sentencias, etcétera), que permiten acceder a legislación, jurisprudencia,
manuales de consulta e infinidad de documentos de gran utilidad. Una de las
principales bases de datos en México es la del Instituto de Investigaciones
Jurídicas (IIJ) de la UNAM, que brinda información sobre legislación federal y
estatal, jurisprudencia e información legislativa internacional. Además, la
página web del IIJ tiene la biblioteca Jorge Carpizo, cuya colección
bibliohemerográfica se inicia en 1940 y es considerada una de las bibliotecas
especializadas en derecho más importantes de Latinoamérica.
Otra herramienta, aún no explorada por un gran número de
abogados, la conforman los blogs, también llamados weblog o bitácora, los
cuales son sitios web que recopilan textos o artículos de manera cronológica de
uno o varios autores y cuya peculiaridad es que los lectores pueden escribir
comentarios y el autor darles respuesta de tal forma que es posible construir
un diálogo. Los blogs jurídicos tienen la finalidad de coadyuvar con la
enseñanza y difusión del derecho. Un ejemplo es el denominado Portal Jurídico
Legal, que brinda gran cantidad de información de las diferentes ramas del
derecho.
La gestión de los asuntos jurídicos es otra de las funciones
que un abogado puede hacer a través la computadora. El uso de un programa de
administración para despachos que permita controlar los asuntos, gestionar la
agenda, etcétera; esto se ha convertido en una de las clasificaciones de la
informática jurídica: la de gestión y control. Las anteriores son sólo algunas
de las herramientas tecnológicas que los abogados y los estudiantes de derecho
pueden utilizar para potenciar su carrera.
A MANERA DE REFLEXIÓN
Según Carbonell, “el reto de asumir el salto tecnológico es
impresionante. Desde las escuelas y facultades de derecho no debemos quedarnos
atrás. Quien no sea capaz de sumarse, estará dejando ir una de las más grandes
oportunidades que nos ofrece el mundo moderno”.
Los primeros que se adapten a las innovaciones tecnológicas
serán los que crearán “ventajas competitivas”; los últimos, harán el mismo
esfuerzo sólo para sobrevivir. Frente a las nuevas TIC, los abogados y
estudiantes de derecho no deben ser agentes pasivos o simples espectadores; por
el contrario, deben formar parte del cambio, ser sujetos dinámicos, congruentes
en su práctica y con lo que demanda nuestra sociedad.
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